El carnaval de Gualeguaychú es el espectáculo a cielo abierto más importante del verano argentino. Por alguna razón, o por varias, de todos los carnavales del país, es el que más ha crecido en suntuosidad y nivel escénico.
Para que esta fiesta sea posible hay gente trabajando durante todo el año. El espectáculo previo se da en cada uno de los talleres de las comparsas que integran el Carnaval del País: Sobre andamios y grúas, ágiles muchachos sueldan estructuras y le van dando forma a las enormes figuras en las carrozas. Esculpen, tallan, empapelan, pintan y de repente nace el rostro (perfecto) del rey momo.
Otros trabajan cuidadosamente las plumas que le darán terminación a los espaldares o coronarán los tocados; y más acá, concentradas en las puntadas, cientos de mujeres bordan, cabizbajas, lentejuela por lentejuela y canutillo por canutillo sobre los trajes de los integrantes.
Fuera de los talleres la expectativa va creciendo a medida que el verano se acerca. Lugareños y turistas aguardan ansiosos la primera noche de carnaval, y en particular ese momento en el que el locutor anuncia el inicio de la fiesta, se abren las puertas de la pasarela y el corsódromo de Gualeguaychú estalla con el brillo y el color de la primera comisión de frente.
Por cada una de las tres comparsas que compiten cada año hay un director que pensó en un tema para representar en el circuito, y unos 240 integrantes que son quienes desfilan bailando sobre la pasarela: bailarines, músicos, bastoneras, portabanderas, pasistas, directores de batucada, destaques, trajes fantasía e integrantes en general.
El carnaval gualeguaychuense es fabuloso, acá el visitante no es un mero espectador sino que forma parte de la fiesta porque también baila, salta, hace palmas y canta las letras de las canciones de las comparsas. También están aquellos que para sentirse más parte aún, se cargan el cuerpo de cotillón carnavalero y no hay quien los detenga si su propósito es pasarla bien.
Cada cual lo disfruta a su modo, desde las tribunas, en las primeras filas de sillas, o en el sector VIP que ofrece mesas para cuatro personas como para mirar el espectáculo cenando. Dentro del predio del corsódromo, detrás de las tribunas hay cada noche una gran variedad de propuestas gastronómicas, incluso barras de tragos. También baños públicos con asistentes de limpieza permanente, accesibilidad a cada sector para personas en sillas de ruedas, y una enfermería con personal médico y una ambulancia a disposición ante cualquier eventualidad.
Nota: Lic. Sabina Melchiori.