Gualeguaychú es naturaleza. Turismo activo para toda la familia.
“Yaguar i guazú”, le decían a este río los primeros habitantes; “Gualeguaychú”, entendieron los conquistadores, y así quedó. La ciudad lleva como nombre una mala interpretación de tres palabras guaraníes que hablan de un tigre grande y del agua. Esta ciudad tiene en sus venas al río, al sonido de las olas muriendo en los juncos, del viento en el yuyaral; al monte -poderoso monte- y a sus habitantes, como el yaguar. Digamos entonces que desde su etimología Gualeguaychú es naturaleza.
Como en aquellos tiempos, para los habitantes de este suelo el río sigue siendo importante, parte de la vida, del trabajo y de la recreación. Los gurisitos acá aprenden a nadar en las aguas dulces del Gualeguaychú y del Uruguay, y fabrican mundos de arena en sus playas. Pero una cosa es encontrarse con el río desde las costas y otra es navegarlo. Si la idea es hacer esto último, no hay más que acercarse a la zona portuaria y coordinar a gusto una excursión con alguno de los guías náuticos. Y decimos “a gusto”, porque de verdad que hay para elegir.
Una opción es recorrer los arroyos que alimentan al río Gualeguaychú antes de su desembocadura en el Uruguay y conocer las barrancas que dejó la presencia del mar hace miles de años. Otra es recorrer el Uruguay, pasando por las escolleras construidas por los presos de hace tiempo, y ver lo que se asoma de una draga que se hundió hace más de medio siglo, hasta llegar al puente internacional, uno de los tres que comunican a Argentina con Uruguay.
Hay paseos por el río que se complementan con una picada, o con un asado. Otros pueden realizarse con único objetivo: pescar, y para esto no hace falta tener los elementos necesarios porque el mismo guía tiene los suyos a disposición de sus pasajeros.
El río está ahí, al alcance de quien quiera disfrutarlo y de la manera que más le atraiga, desde la costa o desde sus entrañas. En lancha, canoa, kayak, en catamarán o en bicibarcas.
Cerca de la ciudad (tan cerca que se puede llegar caminando y en pocos minutos) aguarda el parque Unzué con sus 127 hectáreas de verde al lado del río. El marco ideal para realizar actividades deportivas, caminatas, ciclismo y cabalgatas. Campings, clubes náuticos con restoranes abiertos a todo público, y parrillas y mesas cerquita de la costa para que cada cual prepare su propio asado.
Ya un poco más lejos de la ciudad, exactamente a 3 kilómetros del cruce de las rutas nacional 14 y provincial 20, se encuentra la reserva natural Las Piedras, sitio que integra la lista de áreas naturales protegidas que confeccionó el Gobierno de la Provincia. Se trata de una superficie extensa de montes y selvas en galería plagada de rincones que merecen ser fotografiados.
Pero aún hay más, porque de aquel monte alguna vez gobernado por yaguares quedan valorables vestigios, áreas protegidas y senderos especialmente preparados para que nos adentremos en ellos y pasemos a ser parte. Por allí caminan zorros y vuelan aves de plumajes y cantos fabulosos, y se conservan especies arbóreas dignas de contemplar. Ideal para recorrer, tomar fotografías espectaculares, y aprender en familia. Y para los más aventureros, la posibilidad de realizar un recorrido guiado durante la noche, activando los sentidos que sosiega la claridad del día. Este lugar se llama “Senderos del monte” y queda a pocos kilómetros de la ciudad, en la ruta que conduce al balneario El Ñandubaysal.
Y ya que lo mencionamos, vale destacar que este lugar no es sólo una playa bonita sobre el río Uruguay, en El Ñandubaysal también se puede disfrutar de la vasta y agreste vegetación en la que está inmerso. Las características naturales de la zona permiten, además de la práctica de deportes náuticos, la realización de paseos a caballo dentro del monte natural, con la posibilidad de observar carpinchos, vizcachas, ciervos, ñandúes y más de 250 especies de aves.
Nota: Lic. Sabina Melchiori.